Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la depresión afecta actualmente a unos 300 millones de personas de todas las edades, en el mundo. Debido a su aparición temprana, a su impacto funcional y a que tiende a la cronicidad y a la recaída, se constituye en una de las principales causas de discapacidad.
La depresión puede definirse como un profundo malestar sistémico, es decir, afecta a todo el organismo: al estado de ánimo (sentimientos y emociones), al cuerpo, a los pensamientos y a la conducta. También afecta a las relaciones. El principal síntoma es un sufrimiento psicológico que se manifiesta con un estado de ánimo negativo. La persona se centra en este sufrimiento y pierde la capacidad de disfrutar.
No se trata de un estado de ánimo triste pasajero, ni una debilidad personal, ni una actitud que pueda cambiarse fácilmente a voluntad.
Precisamente la voluntad en estas personas suele estar mermada y ellos mismos no se dan cuenta de lo limitada y negativa que es su visión. También se dan alteraciones de ciclos básicos vitales: el del sueño, con insomnio frecuente, o el del apetito, con disminución de este y existe menos o ningún deseo sexual. También se pueden dar reacciones opuestas a estas, con aumento de horas de sueño, apetito o deseo sexual. Otros síntomas más inespecíficos pueden ser la sensación de fatiga muscular, tener poca energía y pérdida de concentración y memoria. La persona puede tender a la apatía y encerrarse en sí misma, o a la agitación, el nerviosismo y el llanto. El bajo estado de ánimo hace pensar en la muerte y en concreto en el suicidio. Estos estados de pesadumbre pueden durar días, meses o anclarse por períodos muy prolongados. Con el tiempo pueden aumentar las alteraciones que pueden afectar a gran parte de las funciones vitales. Somos seres integrados por cuerpo, mente y emociones. El desequilibrio en uno de estos aspectos influye en el desenvolvimiento de los otros. No pueden entenderse ni atenderse como un fragmento separado del resto, ya que afecta a nuestra totalidad como personas.
Una persona deprimida puede creer que está padeciendo varias enfermedades al mismo tiempo y se asusta. Hay que ayudarle a comprender que todo está relacionado entre sí, y que cuando mejore el estado de ánimo volverá la concentración, la memoria y dormirá mejor.
Los síntomas de las distintas crisis depresivas son todos similares. Por poner un ejemplo: las crisis depresivas se parecen lo que se pueden parecer las fiebres entre sí. La fiebre es un síndrome de alarma, igual que la depresión. Los factores que contribuyen a una fiebre determinada son distintos que los de otra. En las depresiones pasa lo mismo: los síntomas se parecen, pero las causas son distintas según la persona. Se pueden dar factores predisponen tes que tienen que ver con la personalidad o con la historia previa de la persona, por ejemplo pueden confirmarse una mayor frecuencia de depresiones en personas de estructura dependiente que en las de tipo autónomo. Profundizando en la historia de la persona el tipo de vínculo con los cuidadores de la infancia también es importante, sobre todo si uno de ellos ha experimentado depresiones. La muerte de uno de ellos durante la infancia o adolescencia de la persona es un potente factor depresivo así como otras situaciones traumáticas que se produjeron durante la crianza. Por último hay factores que tienen que ver con el apoyo que la persona recibe, su grado de aislamiento, el estado de su autoestima, y muchos más.
Muchas personas que padecen una depresión se suelen conformar con el diagnóstico y aceptan sin preguntas la medicación sintomática que se les receta. A menudo se invita a la persona a que no piense y tome la medicación. Si la persona hace caso posiblemente recaiga en la depresión al cabo de un tiempo de suspender el tratamiento. Este es un hecho preocupante ya que sabemos que para la recuperación de una persona que padece depresión es fundamental el tratamiento psicoterapéutico con o sin medicación. Los fármacos mejoran los síntomas en un 60% de los casos. Pero sólo la persona, con ayuda de su psicóloga/o, puede corregir la situación o situaciones que la llevaron a enfermarse. Es decir, minimizar todo lo posible desde la raíz el sufrimiento tan profundo que siente y volver a encontrar el sentido de que se quedó estancado.
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